10 de enero de 2021 EMV
La pitahaya, otra de las joyas alimenticias del Caribe, está empezando a introducirse en el campo valenciano. Su producción es incipiente, pero se trata de un cultivo que ofrece buenas rentabilidades. La llamada fruta del dragón es dulce y con muchas propiedades.
Es todo un contraste. Vista desde fuera, puede hacer honor a una de las denominaciones por las que se la conoce -la fruta del dragón- aunque por dentro, donde está la parte comestible, es aromática y dulce.
Se trata de la pitaya, un fruto procedente del centro de América que es un tesoro desde el punto de vista nutricional por sus propiedades antiinflamatorias y antioxidantes y la abundante presencia en su carne de vitaminas y minerales como el calcio o el hierro.
Esta joya gastronómica acaba, como quien dice, de llegar a tierras valencianas. De hecho, el productor más veterano lleva en torno a cuatro años haciendo brotar ese producto.
Mireia Morera y su hermano Salva son uno de los últimos que han aterrizado en este cultivo todavía incipiente pero con grandes perspectivas de negocio.
Nietos de gentes vinculadas al campo, ninguno de los dos orientó su vida hacia la agricultura. Hasta que llegó la Covid y decidieron repensar sus trayectorias. El varón sigue trabajando en el mundo de la solidaridad -Cruz Roja, Acnur- y ella, técnica en turismo, fue concejal de este ramo en el ayuntamiento de Oliva entre 2015 y 2019 a través de una plataforma independiente.
Tras el fin de la vida política y un embarazo, Mireia y su hermano, como todos, se dieron de bruces con la pandemia y retomaron viejas ideas de proyectos comunes que no habían cuajado. «Vimos la importancia del sector primario. Al principio pensamos en el aguacate, que ya está muy extendido en la zona, e, investigando otras frutas tropicales, nos encontramos con la pitaya. Nos informamos y vimos que en España había poco cultivo pero con mucho futuro y decidimos optar por ella ya que nos íbamos
a arriesgar», cuenta Mireia Morera, quien añade que en la Comunitat Valenciana se está empezando ahora a cultivar dicha fruta, más presente en Murcia, Andalucía y, sobre todo, Canarias.
La socia de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) afirma que no hay datos concretos sobre superficie, ni ni en dicha organización ni en la Generalitat, pero, a través de los contactos con otros productores, su estimación es que las dos decenas de agricultores que se dedican total o parcialmente a este cultivo tendrán unas 8 hectáreas.
La pitaya se planta en primavera y los primeros frutos tardan un año en salir. Al principio, solo un kilo, pero al quinto ejercicio, cuando la planta es adulta, se puede llegar a los cuarenta por temporada, que va desde la primavera, cuando salen las flores, a noviembre. Según Morera, el agricultor recibe entre 5 y 7 euros el kilo, mientras que la venta directa al público se encarece a entre 15 y 20 euros.
La emprendedora añade que este cultivo «tiene un coste importante, no por cuidado y trabajo, sino por inversión». Cada planta puede costar unos cinco euros y a esa cantidad hay que sumar «la compra o arrendamiento del terreno y el invernadero o el mallazo» [un sistema parecido al utilizado para las tomateras], según los casos.
Dracofruit, la empresa de los hermanos Morera, ha realizado una inversión de 40.000 euros en la que ha incluido el arrendamiento de una parcela de 7.000 metros cuadrados en la Safor, una zona propicia para que brote este fruto, y la compra de 1.400 plantas en una primera fase. En la segunda se añadirán 5.200, todas adquiridas a productores de Andalucía y Galicia. Las primeras unidades de pitaya las esperan para el próximo julio.
Luego llegará la comercialización. «Nuestro objetivo son el comercio especializado, Mercavalencia y Mercaliante », afirma Mireia Morera, quien apunta que el consumo va al alza, de forma incipìente en España, pero sobre todo en países como Holanda, Suiza o Alemania. Dracofruit también se dedica a asesorar para nuevos proyectos de pitaya en la Comunitat Valenciana.